Después de leer este título, alguien podría preguntarse “¿Más normativa???” 
Escucho con frecuencia quejas sobre la ingente normativa que afecta a los proyectos y que “coarta” la libertad de diseño. Particularmente, creo que la normativa se ha hecho necesaria,  simplemente, para compensar la falta de sentido común. Con esto quiero decir que somos los proyectistas los propios responsables de esta tendencia. Recientemente pude asistir a la exposición de OIZA en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Además de fotos y maquetas, había dibujos originales donde podía leerse anotaciones a mano sobre “ventilación cruzada para mejorar la calidad del aire interior” y detalle para resolución de encuentros del saneamiento de las distintas piezas de un baño, correctamente dirigidas a un hueco de instalaciones, perfectamente integrado en el plano de arquitectura. El edificio de Torres Blancas al que pertenecían estas anotaciones era anterior en unos 50 años (1964) a la entrada en vigor del Código Técnico que hizo llevar las manos a la cabeza de más de un arquitecto. 
Hablamos de una normativa nueva, pero ¿los requerimientos son nuevos? ¿Responden a nuevas necesidades? Que no entre agua cuando llueve. No pasar excesivo frio, ni calor. No escuchar al vecino… Pretensiones lógicas desde el principio de los tiempos que, con la creciente tecnología, no deberíamos haber tenido ningún problema en alcanzar. Sin embargo,  no parecen ir por ahí las preocupaciones … hasta que viene una norma y te OBLIGA. Te obliga a que consideres que no entrará agua cuando llueva, a que no haga demasiado frio, ni calor, a no escuchar al vecino… Ahora que nadie nos escuche, ¿no les parece increíble que tengan que obligarnos a cuestiones de sentido común? A cuestiones que deberían darse por supuestas, y el valor de la arquitectura no sería cumplir estos requisitos sino, además de cumplirlos, diseñar espacios adecuados a las funciones, crear lugares de encuentro, el fondo que habrá en la vida de las personas que pasan por delante o que habitan en los edificios que creamos. El meollo no está en la norma, sólo son límites, mínimos a cumplir.
Ya hubo un momento de “lobotomía” (amnesia) colectiva elegida después de la guerra mundial que quiso replantear un aprendizaje desde el principio, olvidando la experiencia anterior, pues les había llevado a una situación inaceptable (la Guerra). No obstante, la reflexión posterior aconsejaba recordar el pasado y analizar para no repetir los errores. ¿En qué momento decidimos olvidarnos de la sabiduría popular en arquitectura? ¿Fue la facilidad de conexión global con otros puntos del mundo lo que nos hizo adoptar modas estéticas de otros países, olvidando la lección en que nos decían que la forma debe seguir a la función en lugar de seguir simplemente las modas? 
Ya nos regulan filtraciones y calidad del aire (DB HS Salubridad), eficiencia energética (DB HE), ruido (DB HR), ésta última al menos en obra nueva … Pero, ¿qué pasa con el agua? Se usa y se tira, se despilfarra, se canaliza y se conecta con sistemas de saneamiento. Algunos dirán que no hay ninguna norma que obligue a acumularla, e incluso tratar para reutilizarla. Pero, ¿no es de sentido común? ¿O estamos esperando a que venga una normativa a regularla?
10 de abril de 2019
 

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